Sobre mi

En la idea, óleo/lienzo, 100x81 cm.

Llegué a este mundo en la ciudad de Valencia, a las 9’40 horas de un 3 de octubre. Nací muerto. No lloraba y tampoco respiraba. Nací de nalgas. Lo primero que vieron los allí presentes fueron mis pies. Dicen que quienes nacemos de pie tenemos buena suerte en la vida… pero el doctor, desistió, dirigiendo la atención a mi madre con cara de circunstancias, no auguraba nada bueno. De modo que no daban un duro por mí y tampoco llevaba un pan bajo el brazo. Aunque sí un lápiz, con el que, en cuanto pasamos este apuro, empecé a hacer garabatos.
(Antonio Serra Junior: "Como José Velázquez de Castro ha comentado en numerosas ocasiones, nació de nalgas y lo primero que vieron de él fueron sus pies. Es por ello, que con su permiso, me atrevo a decir que él no sacó la cabeza para ver cómo era este mundo, sino que lo primero que hizo fue mostrar los pies, buscar un lugar para apoyarlos con firmeza, dar sus primeros pasos de danza y describirlos después haciendo uso de un pincel y de unos tubos de pintura, a modo de cuaderno de música.") 

Pues si... desde muy niño vi claramente mi inclinación por el dibujo, la pintura… el arte en todas sus manifestaciones, sobresaliendo e incluso participando y ganando algunos concursos en ambas modalidades.

Siendo yo muy pequeño... un crío, se puso en mi camino esta imagen de Don Quijote, entonces no sabía que era una obra de Honoré Daumier... ni siquiera sabía quién era Daumier, pero me di cuenta que estaba ante una magnífica obra de arte, algo muy profundo sentí en el pecho... creo que en ese instante se me despertó verdaderamente la pasión por la pintura. Yo deseaba pintar cosas así.

Pertenezco a una familia en la que siempre ha estado presente el arte. A principios del siglo XIX, mi antepasado italiano Bernardo Fossati, dedicó parte de su vida a la pintura; como también lo hizo mi antepasado Antonio Velázquez de Castro y Fossati aún siendo catedrático de Terapéutica en la Universidad de Granada y mi abuelo Manuel Velázquez de Castro y de Echávarri, farmacéutico. En la actualidad, son muchos mis familiares cercanos que sienten inclinación por la pintura, la música o la poesía.

Con poco más de 20 años, ya alternaba mi dedicación a la pintura con la ilustración en Televisión, prensa y numerosas revistas. He realizado exposiciones tanto individuales como colectivas en Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Castellón, Marbella y otras localidades. He participado en ferias de arte y certámenes de pintura, siendo merecedor de diferentes distinciones y premios. 

Siento gran admiración por De Kooning, Edgard Munch, Daumier, Schiele, Oscar Kokoschka, Matisse, Auguste Rodin, Zoran Music, Alberto Giacometti, Toulouse Lautrec… y muchos, muchos más, grandes pintores y escultores de muy diferentes estilos.
Aunando actividades artísticas como la pintura, la música y la poesía, y en colaboración con la escritora Ángela Mallén, realizamos el espectáculo “Madrugada Mágica” en la Sala de Audiciones Tabarca, en Valencia.

En audiovisuales encontré otro medio de expresión artística, habiendo sido seleccionado para participar en el Certamen de Vídeo Jove’90 en el Palau de la Música de Valencia, así como en diferentes festivales de España: Sevilla, Cuenca, Quart de Poblet (Valencia), Alcalá de Guadaira (Sevilla).



Concertino, óleo/tabla, 40x40 cm.
                         

El violinista bajo el mar 
No todos los universos están ahí fuera: en la carne, en la tierra, en el agua... Existen árboles dormidos en el silencio de una mirada, mujeres que bailan la melodía de un tiempo sumergido, sombras devoradas por los tiburones de la memoria.

José Velázquez de Castro compone una música de óleo y trementina que suena bajo las olas. Bajo las olas del tiempo. Bajo las olas del recuerdo. Bajo las olas de la emoción. Y los seres acuden; como acude la imagen al espejo, la sirena al navegante, el humo a la luz, la cadencia al compositor. Así comienza la obra del violinista bajo el mar: el teatro de los sentidos, una danza misteriosa de fantasmas psicoquímicos, un ritual interno para romper los límites livianos de la realidad. Así es como sucede esa existencia en medio de la nada, en el fondo de todo.

                                                                                    
                                                                                    Ángela Mallén


Armonía, óleo/tabla, 60x73 cm.


Ritmo encendido

... el movimiento, la musicalidad en el colorido, el misterio, la fantasmagoría, la teatralidad y la expresividad existencial se adueñan de la óptica del espectador nada más enfrentarse al primer golpe de vista con sus lienzos al óleo.

No cabe la menor duda de que en esta muestra elaborada con tanta fruición como anhelo, con tanta pasión como celo y conocimiento del mundo del espectáculo y de sus gentes ha obtenido piezas de atractivo interés ora por la expresión como por el ritmo y el color.

Hay no poco de cinematográfico en el concepto del colorido y la luz, unas evanescencias que se funden en una incitante algarabía cromática de las que surgen las figuras que parecen más fruto de la sensación que de la realidad. Todo está en movimiento y sobre todo el color en una paleta tan calida como abrasadora de emociones.

Un expresionismo que si bien tiene herencias del cromatismo y de la intención de Munch, posee también no poco de lírico y de sensitivo, frente a la tragedia del autor noruego. También la fantasmagoría de Ensor de la máscara, como un referente de una fascinación novelesca.

Pero tal vez lo fundamental sea que su pintura, intensa y elaborada, está ese todo que es la visión impactante y espectacular del ambiente móvil y activo que impresiona. Está la nada de cuanto es la atmósfera pura, impalpable y etérea del aire que en este caso se vuelve frenética danza del color.

En su pintura palpita siempre una música de rica instrumentación y poderoso acorde cromático, resultando de la unión de todos los sonidos de la paleta ambiental. Colores, muchos colores… ¡Tantos colores! ¡Tantos ambientes! La lección del expresionismo se asume, desde la personalidad del artista, encontrando en los ambientes la última verdad de sus colores: vehementes y espectaculares. Y también las figuras definidas en la dicción de sus gestos hechos aire encendido, en una danza que posiblemente tenga algo de vida y muerte. No es, pues,  ocioso hablar de Munch en la referencia.



                                                                                        Antonio Gascó
                                                                     Doctor en Historia del Arte
                                        Catedrático y Académico de las Facultades de 
                                                                             San Fernando (Madrid) 
                                                                          y San Carlos (Valencia)


Claridad soñada, óleo/lienzo, 60x73 cm.

A medio camino entre lo representativo y lo abstracto, en la obra de este autor el color se vuelve movimiento, la forma es un capricho de la sintonía regida por el cromatismo, que marca su propio ritmo.

                                                                      Mercedes Hernández
                                                                El Periódico Mediterráneo


Fuga, óleo/tabla, 60x73 cm.

… Velázquez de Castro es asimismo encendido de color, expresivo en la exaltación del movimiento que se convierte en una apoteosis de la danza. No se que música escucha nuestro pintor cuando pinta y si es que escucha música, pero quien esto escribe contempló el catálogo escuchando la Suite de danzas de Bartok y se encontró en su elemento. La correspondencia musical rítmica del color hecho frenesí, es algo tan apasionado aéreo y al tiempo comunicativo como la música de Bartok. Un latigazo de armonía cromática.

                                                                                Antonio Gascó
                                                        Levante El Mercantil Valenciano





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